Para un verdadero jugador de ajedrez, el acto de mover treinta y dos piezas en un espacio de sesenta y cuatro casillas es un fin en sí mismo, un mundo muy completo al lado del cual la vida biológica, política o social resulta desordenada, aburrida y contingente. Hasta el más torpe de los aficionados siente […]
Página anterior Siguiente página